Los auges
proteccionistas que estamos viviendo en el contexto económico global generan
gran miedo en los mercados y la economía. Mientras que, en 2018, las
previsiones para el nuevo año reflejaban un crecimiento económico global del
3,9, según el Fondo Monetario Internacional, los auges proteccionistas y las
amenazas de guerra comercial han provocado nuevos reajustes a la baja en las
previsiones.
Y es que
paralizar el comercio global, así como el conjunto de millones de transacciones
que este representa, es ponerle freno a uno de los mayores motores de
crecimiento económico que la globalización ha generado. Un comercio mundial que
ha pasado de ser, como indica el FMI, un añadido del crecimiento económico, a
ser el condicionante para este crecimiento económico.
Según
Christine Lagarde, presidenta del organismo y ex Ministra de Economía francesa,
el crecimiento económico para el nuevo año iría muy sustentado de un fuerte
crecimiento en el comercio global y el crecimiento del número de transacciones
entre los países. Únicamente, de este modo, se podrían experimentar esos
crecimientos que el organismo preveía. Previsiones que, ante un bloqueo
comercial, se verían frustradas.
Y así lo hemos
visto, las tensiones que ejercía Estados Unidos sobre China, con el único fin
de destronar al país asiático como líder del comercio global y corregir, así,
un déficit comercial bastante abultado, ha llevado a estos organismos a
realizar nuevos ajustes a la baja en estas perspectivas; mermando los
crecimientos en casi un punto porcentual.
La gran
apuesta de China por el comercio global provocó que el país se situase como el
país líder en crecimiento económico del mundo. Una apuesta que acabó
convirtiendo a la economía asiática en el motor de crecimiento mundial y en una
de las economías más punteras en materia de crecimiento. Unos resultados que no
sentaron muy bien en Estados Unidos.
Al igual que
China, muchos países están apostando muy fuerte por el comercio internacional
como motor de crecimiento, siendo México ejemplo de ello. El país azteca, en
los últimos años, ha apostado muy fuerte por las transacciones internacionales
como apuesta de crecimiento, abriendo sus mercados y mostrando un mayor grado
de apertura en las fronteras. Ya lo hemos visto en los acuerdos alcanzados con
Estados Unidos o Canadá.
Para México,
el 74% de su Producto Interior Bruto es representado por el comercio exterior,
lo que supone que tres cuartas partes de la economía mexicana depende, directamente,
del comercio exterior y las transacciones que realiza el país. Todo ello como
resultante de una gran apuesta por la liberalización del país y el incremento
del grado de apertura de las aduanas y pasos fronterizos de mercancía en el
país.
Una gran apuesta
y que ha provocado que México se corone como la economía hispana más fuerte del
mundo. Una economía con gran potencial y que pretende posicionarse como una
economía líder entre las principales economías del mundo. En los últimos años,
la apuesta del país ha sido muy fuerte y pretende fortalecerse con el paso del
tiempo y la penetración del país en más mercados.
El comercio exterior, para México, ha actuado como un detonador de atracción de inversiones, crecimiento y desarrollo para el país. Democratizar las oportunidades y los beneficios que implica la liberalización comercial y la integración, de este, en el mercado global implica integrar a más empresas, sectores y regiones al carro de la globalización. Una globalización cada vez más necesaria, como hemos dicho, para crecer.
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